Edición: Mayo 2011

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Qué hacer con la basura electrónica

Un tubo fluorescente, por su contenido en mercurio y fósforo puede contaminar 16 mil litros de agua. Una batería de Níquel Cadmio de un teléfono celular, puede contaminar 50 mil litros de agua y afectar 10 metros cúbicos de suelo. Un televisor puede contaminar 8 mil litros de agua por sus metales en las plaquetas, plomo en vidrio y fósforo en la pantalla. Por si eso fuera poco, la Argentina genera 100 mil toneladas de basura electrónica al año.

Según un informe del portal de noticias científicas InfoUniversidades, en este país el 95% de la basura electrónica termina en rellenos sanitarios, junto con los residuos domiciliarios tradicionales, ya que en Argentina no existen normativas respecto de estos desechos, ni para las empresas ni para los usuarios particulares. Por lo tanto, éstos no tienen dónde depositarlos. En los basureros comunes, el recuperador informal o cartonero retira los metales no ferrosos, pero deja los componentes que contienen sustancias peligrosas, porque son muy pequeños o no tienen valor comercial. Se calcula que en promedio, en este país se desechan 2 kilogramos de basura electrónica por habitante al año. Mucha de ella incluso funciona (el caso típico son los teléfonos celulares), pero es “superada” por la moda que impulsa a consumir aparatos más modernos, o por programas que no corren en las viejas PC. "Nos tapa y, a veces mata, de a poquito. La basura electrónica es un verdadero problema del siglo XXI. Nos volvimos electrónicos en el trabajo, la oficina o el hogar; pero no queremos asumir la responsabilidad del posconsumo de los aparatitos y servidores que nos hacen la vida más fácil", señaló el biólogo Gustavo Protomastro de la consultora la consultora Ecogestionar/e-Scrap.

“Para los usuarios domiciliarios desprenderse de objetos que en algún momento tuvieron gran valor es difícil, aunque el valor actual sea nulo. Estos objetos obsoletos ocupan espacio; las empresas se desprenden más rápidamente de ellos por tener criterio económico y los usuarios domésticos tarde o temprano también tendrán que deshacerse de ellos”, explicó a InfoUniversidades la ingeniera Adriana Guajardo, de la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de la Universidad Nacional de Cuyo.

Guajardo hace hincapié en el gran riesgo ambiental que implican estos residuos: “Por contener materiales peligrosos pueden filtrarse a las napas de agua por lixiviación, lo que pone en riesgo el medio ambiente y la salud humana, por las sustancias tóxicas que contienen como el litio de las baterías, el plomo (de soldaduras, pantallas CRT y baterías), el mercurio (en lámparas fluorescentes de los monitores LCD), el bromo (carcasas y aislamientos plásticos) o el cadmio (toners y tintas de impresora, monitores CRT, baterías recargables y CD”.

Otro aspecto negativo radica en que en Latinoamérica en general no existen programas de recolección y gestión de aparatos electrónicos y eléctricos en desuso. Especialmente, en los pueblos o ciudades más pequeños. Y aunque en Argentina operan algunas empresas en el mercado de gestión de los rezagos, en ningún caso se realizan operaciones que transformen o modifiquen la composición de los residuos ingresados, limitándose la operación a un despiece o desmontaje manual.

El reciclado para otros usuarios
Si bien no son conocidas, existen organizaciones que reciclan estos artefactos para donarlos a familias de bajos recursos. Promovidas por la Secretaría de Ambiente de la Nación, se realizan periódicas campañas en varios barrios de Buenos Aires para concientizar sobre la gestión responsable de residuos electrónicos. Se apunta a promover la recolección, selección, desmonte y valorización de piezas y materiales potenciales de reutilización y reciclaje en nuevos procesos industriales, o bien destinarlo a un nuevo uso social. Muchas de estas organizaciones están en la web, y para conocer su ubicación y contacto sólo basta con googlearlas.

Oro y plata en su interior
Muchos aparatos electrónicos se fabrican utilizando metales preciosos, lo que podría generar una industria rentable: Una tonelada de computadoras (equivale a unas 83 máquinas) tiene entre 200 y 300 gramos de oro; y una de monitores puede llegar a los 150 o 200 gramos. A ellos se suman el paladio, iridio, germanio y cobre. A diferencia del papel, que solo puede reciclarse entre tres y ocho veces, el oro y el resto de los metales preciosos pueden reaprovecharse infinitamente. Si bien el nivel de toxicidad exige una cuidadosa operación, las ganancias pueden convertirlo en una opción económica viable para generar trabajo.

La disposición adecuada
En el mundo desarrollado y varios países emergentes, la basura electrónica no puede ser desechada en basurales o rellenos sanitarios. Sin embargo, en Argentina todavía no hay una ley que disponga y obligue a ciertas formas de proceder con estos residuos. En muchos casos, todo depende de las iniciativas municipales, ya que existen muchas empresas como Scrapex o IPES que se dedica al reciclaje de este tipo de residuos. Durante ciertos días y en lugares muy accesibles como plazas o parques, se disponen contenedores para que los asistentes lleven sus artefactos electrónicos.

La tendencia en la normativa de los países más avanzados es que las empresas fabricantes, que ganan dinero con su venta, se hagan responsables de los aparatos en desuso. Estas leyes generaron cambios en la fabricación de los artefactos electrónicos, ya que se comenzaron a sustituir las sustancias altamente tóxicas por otras más amigables con el medio ambiente, a la vez que van rediseñando sus productos para hacerlos más fáciles y seguros al momento de desmantelar y reciclar.

Por ahora, en la Argentina no hay normativa ni políticas nacionales al respecto. Todo queda pues en la conciencia del usuario, y en su posibilidad de mantener sus artefactos en su casa sin desecharlos hasta encontrar una buena opción para su disposición final

 

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