La clave del desarrollo sustentable
Una preocupación constante de esta Revista es tomar posición sobre el uso y explotación de los recursos naturales en las áreas turísticas. Especialmente, en las áreas protegidas. Esta postura se expresa en una línea editorial que sostenemos como marco de referencia para todas nuestras notas. De allí surge este informe que -esperamos- siente las bases para una discusión crítica y fundamentada sobre el tema, que pueda ser enriquecida con comentarios y sugerencias de los lectores. Sobre todo, de los idóneos y especialistas.
Argentina es un país con una larga tradición en la creación de áreas protegidas. La primera fue el Parque Nacional Nahuel Huapi, creado en 1934 sobre la base de las tierras que donara en 1903 el perito Francisco P. Moreno al Estado nacional para ese fin.
En el comienzo del siglo pasado, el surgimiento de este tipo de áreas estuvo relacionado con la consolidación de la soberanía nacional, el poblamiento de espacios vacíos o habitados por pueblos originarios, y el desarrollo regional. El modelo predominante fue el de áreas protegidas “sin gente”, aunque las unidades de conservación actuaron como impulsoras de poblaciones e incipientes centros urbanos. También surgieron los conflictos de intereses ya que los derechos de las comunidades aborígenes y otros pobladores locales no eran tenidos en cuenta.
La idea de conservación de áreas “prístinas” fue casi hegemónica hasta la década de 1970, consideradas la protección, la investigación y la preservación incompatibles con otras actividades humanas. En algunas de ellas -como en el Parque Nacional Río Pilcomayo (1951) y el Parque Nacional Chaco (1954)- directamente se expulsó a los pobladores que se encontraban viviendo dentro del área protegida.
Actualmente, la filosofía ha variado hacia formas de preservación y uso del tipo mixto, con lugares que no son accesibles por su altísimo valor natural, junto a otros donde se intenta que la acción humana se desarrolle en un marco de respeto y conocimiento por el ecosistema. Sin embargo, parece que en algunos aspectos aún queda un trecho por recorrer.
¿Conservar qué?
Actualmente hay en el país algo más de 21.515.000 hectáreas (215.150 km2) de áreas protegidas, en categorías que van desde reservas privadas o municipales hasta parques provinciales y nacionales. Si se juntaran todos esos espacios, sería casi igual a la provincia de Chubut, o tres veces la de Entre Ríos. De todas ellas, la provincia que menos tiene es La Pampa, con 68 mil hectáreas, y la que más es Salta, con 2.598.000. A ella sigue San Juan, con unas 2.210.000 hectáreas.
A pesar de ello, según las estadísticas que publica en su sitio web la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en Argentina se produjeron en la última década -en promedio- más de 13 mil incendios forestales al año, con un alarmante pico de 18.832 en 2003. Según esas mismas estadísticas, la mayor causa comprobada es la negligencia.
La Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal calcula que actualmente la superficie total de bosques nativos en la Argentina no alcanza las 30 millones de hectáreas, cuando en 1937 había más de 37 millones. Solamente los incendios de bosques nativos -curiosamente, uno de los ecosistemas más protegidos- afectaron en la última década a casi 10 millones de hectáreas.
Estas estadísticas llevan a pensar: ¿dónde se encuentra el equilibrio entre la conservación -por un lado- y el desarrollo y el esparcimiento por el otro? Partiendo de la base de que toda actividad humana genera contaminación, y sin llegar a los extremos de ambas posiciones de la discusión, existe una posibilidad para definir la cuestión: el “ecoturismo”.
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¿Conservar cómo?
Está comprobado que el 50% de los destinos que elige el turismo en Argentina -tanto nacional como extranjero- está relacionado con la explotación de atractivos naturales. Pero la conservación de estos espacios muchas veces es inversamente proporcional a su crecimiento, ya que cualquier tipo de actividad humana provoca impactos (ruidos, residuos, introducción de microorganismos foráneos, construcciones, depredación, fuego, etc.) que se notan más cuanto más virgen sea el lugar.
El concepto de “ecoturismo” se utilizó por primera vez en las Islas Galápagos (Ecuador), una reserva de biosfera que además es Patrimonio de la Humanidad. Sintéticamente, se lo define como el turismo especializado y dirigido que se desarrolla en áreas con un atractivo natural especial y se enmarca dentro de los parámetros del desarrollo humano sostenible. A diferencia de otras modalidades, el ecoturismo busca la recreación, el esparcimiento y la educación del visitante a través de la observación, el estudio de los valores naturales y de los aspectos culturales relacionados con ellos, de cada lugar. Pero a pesar de su simpleza y claridad conceptual, no siempre es tenido en cuenta.
Según Gerardo Budowski -ex presidente de la Sociedad Mundial de Ecoturismo de la UNESCO y doctorado en la Escuela Forestal de la Universidad de Yale en los Estados Unidos-, "el turismo corre el peligro de seguir la suerte de otros fenómenos que primero experimentan un auge extraordinario y luego sufren un colapso espectacular, lo que a menudo se expresa en inglés como boom and bust. Las razones son bien conocidas: una cierta dosis de codicia, basada a menudo en falta de planificación a medio o largo plazo, especulación de propiedades, poca consideración hacia las poblaciones locales -tanto en los aspectos económicos como sociales- y, en general, poca sensibilidad hacia los aspectos ambientales por parte de operadores turísticos, hoteleros y otros actores vinculados al turismo en sus diferentes modalidades, incluyendo a los mismos turistas."
La clave está en planificar
Los usos territoriales y espaciales se planifican, y de ello depende la situación de los seres vivos y del ambiente en el corto y mediano plazo. Este principio se aplica tanto a la construcción de una vivienda como a una gran área protegida. Actualmente, nuevas políticas de manejo se están llevando a la práctica, a partir de la experiencia adquirida en estas décadas. Se trata de iniciativas basadas en la generación de un “sentido ambiental común” y sustentadas en la comprensión de las diversas problemáticas de pobladores y comunidades dentro de las áreas protegidas y su entorno, asumiendo la diversidad de intereses y experiencias territoriales propios de cada lugar.
“EI turismo desarrollado en áreas naturales o en relación a la fauna silvestre puede ser sostenible o no, de acuerdo con cómo se lleven a la práctica los emprendimientos", señaló en una entrevista reciente Leonardo Raffo, biólogo, docente y miembro de la Dirección de Conservación de Parques Nacionales, quien trabaja en temas de planificación de áreas protegidas y de monitoreo de flora y fauna. "Si se va a construir un camping, hostería o proveeduría en una zona protegida, es muy importante planificar la eliminación de residuos, el manejo de los efluentes o del uso de especies no invasoras para jardines y arbolados". Por eso, la actividad de expertos ambientales debe ir en paralelo a la de ingenieros y arquitectos.
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“El turismo para áreas protegidas implica compromiso de varios actores, capacitación de los pobladores y un acondicionamiento del lugar, que hasta ahora recibía muy pocos viajeros, pero en la medida en que se van construyendo rutas y caminos se vuelve necesario un programa de protección especial por la calidad del suelo y por las poblaciones que no están acostumbradas a recibir visitantes", señala la licenciada Alicia Gemelli, coordinadora del Programa de Turismo Sustentable y Medio Ambiente de la Nación.
En la actualidad, el 11% del PBI mundial proviene del turismo, una actividad que genera en todo el planeta 215 millones de empleos, según la Organización Mundial del Trabajo. En Argentina, esta es la tercera actividad económica luego de la agrícola-ganadera y de la industria. La cantidad de plazas hoteleras (única estadística que publica la secretaría de Turismo, ya que no incluye campings y alojamiento similares) pasó de casi 377 mil en 1998 a casi 491 mil en 2006 (último año publicado), un crecimiento del 30%.
Pero el crecimiento no siempre se acompaña de planificaciones que midan el impacto ecológico y social que él genera, especialmente en las pequeñas localidades que no tienen universidades o instituciones que puedan trabajar en ello, pero que si tienen muchas necesidades económicas (de empleo y progreso) para sus pobladores. El impacto directo sobre todos los sectores de la sociedad obligan a una planificación disciplinada, dedicada a estudiar y analizar cómo repercute en las poblaciones y sus ecosistemas, para que disminuyan hasta desaparecer las negativas estadísticas utilizadas como ejemplo en esta nota.
El crecimiento del turismo y de sus beneficios sociales, educativos y recreativos no puede ser improvisado, sin la planificación adecuada. Caso contrario, se puede caer en actividades o daños (incluso permanentes) que modifiquen el perfil original de cada lugar. Por eso, el desarrollo de esta actividad requiere propuestas integrales, ya que involucra a todos los sectores de cada región. Depende exclusivamente de la aplicación de leyes y programas específicos de promoción y también de los turistas, para que visitar la enorme cantidad de destinos y paisajes pueda seguir siendo placentero y redituable para las próximas generaciones. Si no, no será raro escuchar -como ya ocurre- a visitantes que sostienen que no van más a tal o cual lugar “porque ya no es lo que era antes”…
Fotos:
Imagen 1 y 2: Editorial
Imagen 3: Facundo Santana
Recomendamos leer la nota de Asociación Amigos de los Parques Nacionales –AAPN- publicada en Novedades, referente a este tema: http://www.acampante.com/novedades/index.php/medio-ambiente-hacia-donde-vamos
Notas de Medio Ambiente en ediciones anteriores
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El espacio de los lectores
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La nota me gusta,pero le faltaría una cosita,(que para llegar a lo que se pretende primero tenemos que educar al pueblo todo,y eso se logra desde la casa materna y el colegio en conjunto ya que es necesario a los chicos darles clases de cuidado de la naturaleza,y a los mayores castigarles cuando depredan,dañan, prenden fuego donde no deben,porque e llegado a pelearme con un turista por estar haciendo fuego al pie de una araucaria de no menos de 400 años,como así también observar como la mal llamada ´´Gente´.arrojan pañales,botellas, desperdicios de comidas. Todo eso es por falta de educación y de aplicar las leyes o hacerlas cumplir. Soy una persona de 61 años padre de tres hijos,abuelo de 2 nietas y me gustaría que las pro cimas generaciones tengan las oportunidades de apreciar nuestras bellezas naturales. SOY perito en relaciones humanas y presente un proyecto en mi provincia para construir un jardín botánico pero por falta de decicion política no se hace.Saludos.Neuquen 25/06/2012
Comentario bajo el anterior sistema de LUIS MARIO ARCAS | 25-06-2012