Edición: Marzo 2009

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Un otoño a Pleno

Por los caminos del vino

En otoño, la luz inunda de tonos dorados los caminos sanrafaelinos de eternas arboledas. Tras la vendimia y la cosecha de todos los frutos que dan renombre a la región, el valle se aquieta y con los primeros fríos, se prepara para el descanso del invierno. En el centenar de bodegas de todo el departamento, sin embargo, el trabajo no se detiene. El impulso pionero de criollos e inmigrantes españoles, franceses, italianos y de otros orígenes iniciado en el siglo XIX se continúa en sus descendientes. En muchos casos ellos se han ocupado de mantener la tradición familiar sin dejar de renovarse, incorporando la tecnología que el mercado requiere para crecer, a veces, al vertiginoso ritmo de la demanda mundial de vinos de alta alidad. Las fincas que integran el oasis de riego de San Rafael, regado por las aguas de los ríos Atuel y Diamante, extienden sus viñedos en más de 16.000 hectáreas. Durante el año 2008 en este departamento se cosecharon más de 113 millones de kilogramos de uvas, destinadas a la vinificación casi en su totalidad. En ese mismo
año la elaboración de vino alcanzó los 689.932 hectolitros, o dicho de otra manera, casi 70 millones de litros, de los cuales casi 40 millones correspondieron a vinos tintos.

La simple degustación del vino en el lugar en donde se ha elaborado y reposado, y junto a la tierra y al agua que le dieron su esencia se convierte en una experiencia inolvidable. Son varias las bodegas que abren sus puertas a los visitantes para recorrer sus fincas, sus plantas de elaboración y sus cavas. En su mayoría son establecimientos centenarios iniciados en los albores de la historia local por agricultores, comerciantes, técnicos o simples emprendedores. También los hay de historia más reciente y en todos los casos se percibe la misma pasión e idéntico orgullo por lo que allí se produce.

Las bodegas a visitar son bien diferentes unas
de otras y esto enriquece el circuito turístico. Hay pequeñas empresas familiares y hay algunas que se identifican de inmediato con nombres famosos de vasta trayectoria en la vitivinicultura argentina, en donde también es habitual hallar una larga historia familiar detrás. En los establecimientos de gran producción, un
cuerpo de guías atiende a los visitantes. Otras veces son técnicos enólogos quienes reciben, o en otros casos hasta puede ser el mismo dueño quien se ocupe de acompañar a los turistas en su recorrida. En unas pocas bodegas se elabora el vino espumoso, lo que tradicionalmente conocemos como champagne. En otras, se elaboran acetos balsámicos, sidra, o se producen aceitunas y con ellas, un excelente aceite de oliva. También hay fincas en donde se deshidratan frutas como la ciruela para preservar su sabor y todas sus cualidades. En algunas bodegas se ha conservado la arquitectura pionera y se luce inmejorable a la vista de las montañas. Los viejos cascos se han transformado en posadas y en pequeños restaurantes, en donde el vino acompaña desde una simple picada a los platos más elaborados. Algunas casonas albergan pintorescos museos familiares y si se busca sofisticación, hay un spa basado en la olivo terapia y un nuevo campo de golf, rodeado de viñedos, junto al cual uno se puede alojar de la manera más exclusiva. Sin embargo, la variedad se extiende también entre los alojamientos ofrecidos en la región, en donde por ejemplo hay un total de 4.400 parcelas en campings, decenas de complejos de cabañas y hosterías familiares. Haciendo base en cualquiera de ellos, basta tomar las avenidas de la ciudad o las RN 143 y 146, para en pocos minutos ya sea cerca del centro o en sus alrededores, acceder a un puñado de estas bodegas sanrafaelinas.

Hacia los orígenes de San Rafael

Para acercarse a los orígenes de la ciudad, hay que llegarse hasta la Villa 25 de Mayo, ubicada a unos 20 kilómetros al oeste del centro. Este pueblo que hoy atrae por su ritmo tranquilo, sus calles somnolientas y arboladas, y sus antiguas residencias de adobe nació hace 200 años, y fue el primero en la región. La idea de fundar una población aquí había surgido en 1777, cuando don Francisco de la Serra y Canals, superintendente de Obras Públicas del Río de la Plata había sugerido aprovechar la defensa natural del río Diamante como línea de fronteras y construir algunos fuertes para impedir el avance de los grupos aborígenes desde el sur. Veintiocho años después, el virrey Rafael Núñez, marqués de Sobremonte, dio la orden para el establecimiento de un fuerte. A comienzos de 1805, el portugués Miguel Telles Meneses, comandante del fuerte de San Carlos, el fraile de origen araucano Francisco Inalicán y el geógrafo francés José Sourrière de Souillac, junto a
oficiales y casi un centenar de soldados llegaron a la región para organizar el emplazamiento del fuerte. Tras un tratado de amistad con los grupos Pehuenche asentados allí, y con la ayuda de estos, el 2 de abril se inició la construcción del llamado Fuerte de San Rafael del Diamante en homenaje al Virrey. Este sitio se hallaba originalmente en la margen derecha del río Diamante, en la antigua confluencia con el río Atuel, al este de la actual ciudad. En 1809 el comandante Telles Meneses ordenó un trasvasamiento de cuencas entre ambos ríos, lo que originó desde entonces que el Atuel y el Diamante no confluyan naturalmente. El arroyo de las Aguaditas, entre las localidades actuales de Salto de las Rosas y Goudge, habría sido el curso original del Diamante.

A fines de 1810 se decidió la mudanza de ese primer fuerte a un punto situado a unos 35 kilómetros aguas arriba, sobre la margen izquierda del Diamante. Las ruinas de este segundo fuerte son las que aún se pueden ver en la Villa 25 de Mayo, en donde los restos de gruesas murallas de adobe emplazadas sobre cimientos de piedras de río todavía subsisten los embates del tiempo. Los primeros pobladores civiles llegaron a mediados del siglo XIX, cuando se entregaron tierras para su colonización. Entre estos pioneros, el ingeniero francés Julio Balloffet fue un decidido impulsor de la zona, trabajando en la mensura de sus tierras, y en el trazado de canales y de lo que iba a ser la ciudad actual. Fue él quien en París invitó a su compatriota Rodolfo Iselin, a que invirtiera en esta nueva población. A poco de llegar en 1884 Iselin se convirtió en su mayor propietario, en el gestor de la colonia francesa y en el bodeguero pionero en el valle. También por entonces llegaban inmigrantes suizos, españoles y se formaba una activa colonia italiana, de la mano del cura Marco, quien predicaba desde la vieja iglesia de Nuestra Señora del Carmen, levantada en cercanías del fuerte. Fue tal el crecimiento de la colonia francesa, al este del viejo fuerte, que en 1903 se convirtió en cabecera departamental, trasladándose la sede comunal desde la villa vieja a la flamante San Rafael. Ese mismo año, la llegada del primer tren le dio a la ciudad su impulso definitivo.

El Cañón del Atuel

La mayoría de los turistas que visitan San Rafael no dejan de recorrer el impactante cañón natural del río Atuel, al que se accede por la RP 173 hacia el sudoeste de la ciudad. A unos 20 kilómetros, el camino asfaltado se acerca a las orillas del río y brinda acceso a lo largo de los siguientes 20 kilómetros a numerosos campings, oteles, complejos de cabañas y restaurantes que se suceden a su vera, poblada de frondosa vegetación y entre cerros escarpados. Es éste el tramo en donde se concentran los operadores turísticos que ofrecen las actividades de aventura y prácticas deportivas que han hecho famoso al río. Aquí se practica rafting en grado 2 a 3 de dificultad, con circuitos que se extienden entre 6 y 16 kilómetros. También se baja el río en deslizadores y en kayaks, o se lo cruza, haciendo tirolesa. Las escarpas rocosas que acompañan sus márgenes abundan en sectores para hacer rappel, canyoning, escalada o vuelos en parapente.

A casi 40 kilómetros de San Rafael se llega a los pies del imponente paredón de hormigón de la presa de Valle Grande. Desde allí se puede optar por subir hasta el coronamiento del dique a través del pintoresco camino de los túneles. En las aguas del embalse, se practica esquí acuático, remo, buceo, windsurf y se hacen paseos en catamarán. También desde Valle Grande se organizan circuitos de trekking, canopy, cicloturismo y cabalgatas.

Más allá de Valle Grande, la RP 173 inicia su tramo enripiado y luego desciende a través de unos caracoles al Cañón propiamente dicho, en una comarca agreste y espectacular, con tramos en donde la garganta alcanza los 100 metros de profundidad. El recorrido sinuoso invita a tomar fotografías de las variadas esculturas naturales en roca que se asoman desde la escarpa que bordea el curso del río. A lo largo del Cañón se suceden además las diferentes obras hidráulicas y centrales hidroeléctricas que integran el Complejo Los Nihuiles (ver Recuadro en página 7). A la altura de la Central Nihuil I –aguas abajo del sector conocido como Garganta del Diablo-, el camino cruza el río y deja el Cañón para trepar luego por un sector de caracoles y alcanzar la vasta planicie que enmarca el embalse. A casi 90 kilómetros de San Rafael se ubican el dique y la villa turística de El Nihuil, a la vista de los majestuosos picos de la sierra volcánica del Nevado.

Para regresar a San Rafael se puede tomar allí la RP 180, que en un tramo pavimentado de 21 kilómetros alcanza la RN 144, y lleva de vuelta a la ciudad. Pocos kilómetros antes de llegar, el camino desciende bruscamente en la cuesta de los Terneros, sitio desde donde se aprecia en una vista panorámica, el oasis sanrafaelino y algunas de las maravillas que ofrece al visitante.

Por M. T. Una situación conocida en muchos puntos turísticos de la Argentina es su franco crecimiento a partir del cambio de relación con el dólar, lo que volcó al turismo interno a quienes tradicionalmente viajaban a países vecinos, y atrajo a numerosos extranjeros. Sin embargo, ello encontró a algunas localidades poco preparadas, lo que se tradujo, por ejemplo, en la dificultad para conseguir alojamiento aún reservando con mucha anticipación o en atención turística deficiente. “No es ése el caso de San Rafael, donde aún predomina el turismo interno y tenemos una larga tradición como destino receptor”, cuenta Andrés Chiaradio, subsecretario municipal de Turismo.

“Nosotros estábamos preparados para esta demanda porque no somos un destino ‘nuevo’ sino que llevamos muchos años como punto de atracción. Afortunadamente, la recuperación de la actividad económica generó por un lado que lleguen más visitantes y, por otro, más inversiones en infraestructura hotelera y de servicios”, agrega.

Este funcionario –que ya había estado en la gestión pública en el área turística entre 1995 y 1999, y a donde volvió en 2003- cuenta en su haber conocer muy bien la zona y una larga trayectoria en la actividad: fue socio fundador hace 25 años la Cámara de Turismo, fue informador y jefe de sección en la ex Dirección de Turismo, alternando durante tres décadas entre la actividad privada y la función pública. Tales antecedentes se ven cuando habla de San Rafael: de memoria repasa los atractivos que hacen de la región un verdadero oasis turístico.

“Es una ciudad de 100.000 habitantes con amplias calles arboladas y las características acequias mendocinas, tiene una importante hotelería y excelentes restaurantes. También dos casinos e importante recreación. En un radio de 80 kilómetros se encuentran 7 lagos artificiales en los ríos Diamante y Atuel, que forman un paisaje increíble. El Nihuil es primer lago del sistema y es el único con amplias playas, donde además se pueden hacer actividades náuticas de todo tipo, pesca y excursiones en 4 x 4 o enduro”.

El entrevistado aclara que gracias a las características de la zona, donde se puede practicar actividades de aventura como rafting, cabalgatas, mountain bike, rappel, tirolesa, canopying, trekking y parapente, “es un favorito de los deportistas que gustan de estas propuestas, quienes además suelen elegir la carpa como forma de vacacionar. Por eso, ponemos especial cuidado en el campismo, a diferencia de otras regiones del país donde sabemos que se los relega por otro tipo de turista, quizás conservando la idea de que se trata de turismo barato”. Además, señala que la gran variedad de sitios turísticos de la zona hace que se pueda elegir entre los más organizados y dotados de infraestructura, hasta los que están todavía en proceso de desarrollo.

Capacitación y fiscalización

Es frecuente encontrar comentarios entre propietarios de campings y complejos de todo el país sobre la falta de controles en la actividad, lo que genera competencia desleal y entraña riesgos para los menos avezados. Por ello, una de las líneas de trabajo hacia el futuro en San Rafael según cuenta Chiaradio, es la fiscalización. “Por ahora está en manos de la provincia, pero estamos avanzando en convenios de cooperación que trasladen alguna funciones a nuestra Subsecretaría. Nuestro objetivo es continuar y profundizar la certificación de ‘buenas prácticas turísticas’ que hacemos entre la Municipalidad y los prestadores de la zona, para asegurar calidad y servicios óptimos al visitante”.

Para que los establecimientos y empresas mejoren su actividad y alcancen la certificación, en San Rafael apuestan a la capacitación. “No se trata de ir a ver cómo hacen las cosas y no darles herramientas para que crezcan y mejoren. En el Consejo Asesor de Promoción, creado por ordenanza municipal, adoptamos una filosofía
distinta: hay que promocionar las ventajas de mejorar en la atención y los servicios, y brindar capacitación para que puedan hacerlo. También desde el área a mi cargo se desarrolla una función muy importante que es el análisis estadístico, recabando datos, no sólo de ocupación sino de procedencias, pernoctes, preferencias de alojamiento, repitencia, que luego son procesados, y que están a disposición, sobre todo de quienes estén interesados en invertir en San Rafael. El papel del Estado municipal no puede ser solamente cobrar las tasas, sino sobre todo hay que acompañar y ayudar a encontrar soluciones para los que quieren crecer, porque eso nos beneficia a todos”, enfatiza Chiaradio.

Al volver al tema del campismo como oferta turística, el subsecretario cuenta que en la zona se ubican 17 establecimientos. “La geografía sanrrafaelina, su entorno natural y la buena condición de los campings hacen que sea muy elegida por quienes andan en carpa o rodante. Además de estos visitantes, que llegan típicamente en verano, tenemos también a partir de septiembre y hasta diciembre una fuerte presencia de alumnos de los últimos años de los colegios primarios de Mendoza y varias provincias vecinas”, informa. “Por eso sabemos que no es una actividad menor, y valoramos a los propietarios que han hecho mejoras e incorporado servicios. A ellos queremos acompañar, porque si a buenos paisajes le sumamos buenos alojamientos y la cordialidad y el espíritu receptivo que tenemos los sanrrafaelinos, vamos a lograr nuestro objetivo: que pasen unas vacaciones inolvidables y que se sientan como en su segunda casa”, concluye.

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