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Guía práctica para elegir una mochila II

Airelibredigital.com » Técnicas y Productos
Autor: Marcelo C. Tedesco, Mayo 2011

En esta edición presentamos la segunda parte del informe que comenzó en abril, dedicado a la elección de la mochila, nuestra compañera infaltable de ruta. Aquí nos ocupamos de los aspectos más técnicos, relacionados con la confección.

Telas, costuras y correas


Guía práctica para elegir una mochila

La tela con que se confeccione una mochila es fundamental en su resistencia, ya que los desgarros o roturas en las costuras se producen en este componente. Actualmente, todas las telas con las que se fabrican mochilas de camping son sintéticas, lo que le brinda mayor duración e impermeabilidad. Las más económicas se fabrican con lona de poliéster, la que habitualmente se utiliza para bolsos de mano o mochilas pequeñas. Esta tela brinda muy buenos resultados para usos normales y tiene una resistencia considerable. Aún así, las fábricas de primer nivel suelen usar para las mochilas más sofisticadas alguna variedad de Cordura (ya sea 1000 o 600) o también géneros sintéticos rip-stop (antidesgarro), cuya confección se hace entrecruzando una trama más gruesa cada cinco milímetros en ambos sentidos, lo que le otorga mayor durabilidad al desgarro.


Las mejores mochilas suelen tener una cinta recubriendo las costuras más largas (sobre todo, las verticales y la del fondo) lo que garantiza una mayor resistencia a que se rompa la zona debilitada por las puntadas. Esto se puede ver fácilmente apreciando su parte interna.

 

Las correas de tensión y compresión

Básicamente, una mochila es un bolso que se lleva en la espalda, aunque sus sistemas de compresión, transporte y ajuste son muy diferentes. Estos tres están compuestos por correas y hebillas, por lo que su calidad es fundamental. Las primeras deben ser de entramado fino, para que se deslicen más fácilmente. En cuanto a las hebillas, funcionan mejor las de plástico rígido y de buenas

Guía práctica para elegir una mochila

terminaciones, ya que las más ordinarias se aplastan y las rebabas o  deformaciones traban las correas. Cuando son tipo broche (como en la tapa de la mochila o la riñonera), deben abrir y cerrar fácilmente, sin necesidad de forcejeos.
La confección del arnés para la espalda es un tema de gran importancia. Para que la mochila cumpla su propósito, debe descargar más el peso sobre la cadera que sobre los hombros, y no provocar dolores. Por eso, el espaldar debe poder regularse en altura al cuerpo del usuario. Si se baja la regulación de la espalda al máximo y aún así queda grande (la riñonera queda más abajo que la cadera) o lo subo totalmente y queda chica (por encima de la cadera) no es la mochila adecuada. Además, la riñonera no debe quedar grande si se la ajusta al máximo, porque así no descargará peso.

 

En su mayoría, las correas para los hombros vienen curvas, copiando la forma del cuerpo. Hay que ver en esos casos que con el espaldar ajustado a la altura necesaria, las curvas no lesionen la clavícula o rocen el cuello. En el caso de las mujeres, deben ver que la pequeña tira con un broche que une las correas de los hombros en el pecho sea regulable, para que no genere molestias en el busto.

Casi todas las mochilas vienen ahora con correas de compresión laterales, para compactar la carga y que no “baile” adentro. Al igual que las correas de los hombros, estas correas soportan un gran esfuerzo y por eso sus costuras deben ser reforzadas. Además, deberían poder ajustarse con la mochila puesta.

 

La forma y el diseño

Guía práctica para elegir una mochila

 

En la primera parte de esta guía, publicada en la edición anterior de Airelibredigital.com decíamos que las mochilas más simples tienen menos posibilidades de romperse. Actualmente, algunas más “estéticas” vienen más anchas y planas en la parte inferior, y más angostas hacia arriba. Estos diseños son más anatómicos, pero es más difícil ubicar las cosas en su interior. Sobre todo, la bolsa de dormir, si es que preferimos llevarla siempre en el “buche” de abajo. Un detalle importante es que las que cuentan con cabecera desmontable nos permiten tener un pequeño bolso adicional, ya que quitándolo podemos usarlo como pequeña mochila, bandolera o riñonera para actividades cortas.

Idealmente, la mochila armada y cargada debería quedar casi pegada al cuerpo, y no sacudirse con el movimiento. Con la mochila puesta cambia el centro de gravedad del cuerpo, y por eso debemos sentirnos lo más estables posibles ya que una mochila floja hace perder fácilmente el equilibrio, porque cuando uno anda por las montañas o caminos complicados, salta, se agacha, se inclina, etc.

Las mochilas, por ser de telas sintéticas, son lavables. Yo he lavado la mía varias veces -sacándole todas las correas, cintas, broches y los flejes metálicos de la espalda y poniéndola en el lavarropas por unos pocos minutos con jabón suave-, y quedó como nueva. Sin embargo, no es una tarea fácil como para hacer al volver de cada viaje, porque luego armarla y regularla exactamente como estaba de acuerdo a nuestro cuerpo lleva tiempo. Por eso, a la hora de elegir, los colores no son un tema menor. Es preferible que sean oscuros –ya que disimulan más la suciedad- sin llegar a negros, porque en éste se notan los roces o el polvo muy fácilmente. En los colores claros y fosforescentes las manchas se ven enseguida. Por ello, también es bueno gastar unos pocos pesos más (si es que no viene ya con la mochila) y comprar un cubremochila, que la protege del polvo, los raspones, la suciedad e incluso de la lluvia.

Arreglar una mochila en medio de una excursión puede ser un verdadero dolor de cabeza.

Actualmente, las mochilas vienen con una gran cantidad de correas: para el aislante, la carpa, los bastones de trekking, un piolet, cuerdas, o bien para comprimirla, colgarla, sujetarla, etc. Cuando uno carga un tren o colectivo, cuando escala o carga un bote, las mochilas suelen transportarse en un “pasamanos”, y verdaderamente se agarran de cualquier lado. Por eso, cada correa (si, todas ellas) debería soportar el peso de la mochila si se la levanta de ella con una carga promedio, sin que se rompa el broche o se suelte de su costura.

Una mochila en el mercado varía entre los 300 y los 1.700 pesos, dependiendo de su tamaño, calidad y marca comercial. Por eso su compra debe meditarse con mucho cuidado. Esperamos que esta guía sirva para que los lectores hagan rendir su dinero, y sobre todo, que aprovechen su compra con muchas y muy buenas vacaciones!

 

Para ver la primera nota de esta serie dedicada a mochilas, ingrese aquí.

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